
La Tarea Empieza Antes De Dormir
Campogrande

“¿Cansado de qué?”, preguntamos seguido cuando un niño o adolescente se queja de eso, perdiendo de vista que muchas veces ese cansancio viene de dormir poco o de dormir mal. Y el problema no termina ahí; al contrario, se agrava cuando se vuelve crónico y terminan por sentirse así desde que amanece.
Entonces, cuando un alumno olvida tareas o le va mal en sus exámenes, no siempre (repito, no siempre) es por flojera; muchas veces hay un cerebro agotado. Si no le ponemos atención al proceso del sueño, la memoria no termina su trabajo y, ni hablemos del ánimo o de la actitud con que se enfrenta el día. Ordenar los hábitos de sueño también es educar.
Tal como lo lees: puede ser que tu hijo no esté ‘flojeando’, sino que esté sobreviviendo con un cerebro demasiado cansado para aprender. Cada día noto en clase a más de dos alumnos que tienden a bajar su rendimiento, siempre están cansados y no encuentran cómo ‘echarle ganas’.
Las mañanas se ganan por las noches
Si la rutina de la noche incluye pantallas, cena pesada o pocas horas de sueño, el día empieza con una especie de neblina mental. La atención se rompe, la motivación baja y el alumno siente que “no puede”. Esto no requiere una explicación mayor: sin descanso, lo aprendido no se asienta y las emociones andan como un barco a la deriva. Por eso muchos estudiantes llegan sin energía, sin enfoque y sin ganas. Empezar por atender como se debe el proceso del sueño abre la puerta para que todo lo demás funcione mejor.
También es cuestión de ciencia
En el sueño profundo el cerebro estabiliza lo aprendido. Hay una fase del sueño en la que el cerebro empieza a funcionar como el almacenista más activo que podamos imaginar: ordena, archiva, estabiliza y hasta deja limpio su espacio (lo depura de metabolitos, en este caso). Imagina que, para llegar a esa fase, suele pasar un calentamiento previo que dura entre 70 y 90 minutos; mientras tanto, el sueño profundo ya está haciendo su parte. Este calentamiento es parte de un proceso de sueño que necesita —según la edad— entre 8 y 10 horas para recorrer varios ciclos; por cierto, el almacenista del que te hablo trabaja más durante la madrugada. ¿Qué crees que sucede si en medio del proceso le decimos “se acabó el tiempo”? Exacto, todo queda como ese espacio de la casa que hemos tratado de organizar los últimos tres meses y lo hemos ido dejando para después. Esta fase del sueño es conocida como REM (movimientos oculares rápidos, por sus siglas en inglés) y es donde el cerebro organiza emociones, conecta ideas y refuerza lo aprendido; si el descanso se interrumpe o se acorta, baja la retención y cuesta recuperar ideas que han pasado por ahí. No es solo “recordar más”; también es aprender mejor y sentirse mejor en el día a día. Visto de esta forma, tal vez comprendamos que el sueño no es un lujo y, mucho menos, un sinónimo de flojera; es parte de un estilo de vida saludable y, en nuestro contexto, parte importante de una buena rutina de estudio.
En términos formativos
Cada noche es una oportunidad de formar no solo hábitos, sino carácter. La templanza entra en juego al poner orden en el uso de pantallas y bajarle al ocio nocturno; la prudencia se nota cuando damos prioridad a horarios realistas que permiten despertarnos de buenas y en calma; la justicia recuerda que en casa todos contamos y que el descanso de uno impacta a los demás. El trabajo bien hecho empieza desde la noche: dejar listo lo necesario para empezar mejor el día. Al final, libertad y responsabilidad van de la mano cuando elegimos dormir a tiempo y sostenemos esa elección.
El descanso como acuerdo de familia
Cuidar el sueño en casa se siente así: pantallas apagadas 60–90 minutos antes para despejar la mente; cena ligera, también con anticipación; un ritual sencillo —baño tibio y/o lectura breve—, cuarto oscuro y fresco; también ayuda que la mochila y ropa queden listas desde la noche anterior, porque así se reduce la prisa y la fricción de la mañana. La forma en que lo planteemos influye mucho: en vez de un “tienes que dormir temprano”, decir “tu cerebro necesita estar listo para mañana”, puede funcionar mejor. Y todo cobra sentido solo si mamá y papá modelan horarios y un uso moderado de dispositivos; el discurso sin ejemplo se vuelve vacío.
Hábitos que sostienen
El cuerpo coopera cuando hay movimiento durante el día, cena ligera e hidratación a tiempo (hasta una hora antes de dormir), además de dejar las pantallas con suficiente anticipación. La idea central es simple: cuidar el cuerpo sostiene la mente; cuidar la mente ordena la conducta.
Hábitos que sostienen
El cuerpo coopera cuando hay movimiento durante el día, cena ligera e hidratación a tiempo (hasta una hora antes de dormir), además de dejar las pantallas con suficiente anticipación. La idea central es simple: cuidar el cuerpo sostiene la mente; cuidar la mente ordena la conducta.
Recomendaciones prácticas
Funciona programar una alarma diaria para ‘apagar pantallas’ siempre a la misma hora; dejar los dispositivos fuera de la recámara; cenar ligero; tomar agua con anticipación para evitar despertares; dejar lista la mochila y la ropa del día siguiente antes de dormir. Acciones sencillas que tienen un solo objetivo: dejar que la noche haga su trabajo.
Para pensar
¿Qué hábito nocturno está robando descanso en casa?
¿Qué cambio pequeño podemos sostener esta semana?
¿Qué señal del cuerpo nos dice que ya es hora de dormir?
Los invito a platicar del tema con su preceptor.

Pedro Alán Valencia
Profesor de High School