
Trastornos del sueño en niños: más
comunes de lo que creemos

Los trastornos del sueño en los niños son mucho más frecuentes de lo que solemos pensar. Muchas veces los papás escuchamos frases como “tuve un sueño feo” o “tengo miedo de dormir por el monstruo de mi sueño”, sin saber que detrás pueden esconderse pesadillas o terrores nocturnos —ambos considerados trastornos del sueño—. Y aunque estos son los más conocidos, existen otros que pueden ser más complejos y afectar el descanso, el ánimo y el desarrollo de los pequeños.
Los trastornos del sueño se caracterizan por dificultades para dormir bien o mantener el sueño, quedarse dormidos en momentos inadecuados, tener demasiado sueño durante el día o realizar conductas anormales mientras duermen. Se considera un trastorno cuando este problema afecta la vida diaria del niño o su relación con los padres, la familia o sus compañeros de escuela.
Además de ser cada vez más motivo de consulta pediátrica, su impacto es importante: pueden alterar el comportamiento, el estado de ánimo, las funciones cognitivas y el rendimiento escolar. En otras palabras, dormir mal no solo significa descansar poco, sino también pensar, aprender y convivir peor.
Las necesidades de sueño varían considerablemente de un niño a otro. No existe un patrón único, y lo que necesita uno puede no ser igual para otro. Sin embargo, si le cuesta dormir con frecuencia, se despierta muchas veces en la noche o está cansado y somnoliento durante el día, puede tratarse de un trastorno o de malos hábitos de sueño.
Causas más comunes
Estrés o cambios en la rutina. Los niños necesitan rutinas porque les dan seguridad. Cuando los horarios son irregulares o hay alteraciones en su entorno, pueden manifestar el estrés con llanto, irritabilidad o resistencia a dormir.
Cambios en el ambiente familiar. Los niños son muy sensibles; incluso pequeños cambios en casa pueden afectar su descanso.
Imaginación. El miedo a la oscuridad o a monstruos imaginarios puede dificultar dormir, incluso en hogares tranquilos.
Malos hábitos al dormir. Acostarse muy tarde, tomar siestas largas, cenar en exceso o consumir bebidas azucaradas antes de dormir afecta la calidad del sueño.
La neuróloga infantil Paola León explica que la falta de rutinas, el exceso de pantallas o comer muy tarde también pueden causar trastornos del sueño, incluso en niños con desarrollo neurológico normal. Además, esto puede favorecer alergias alimentarias, reflujo u otros problemas médicos que dificultan el descanso y provocan cambios de ánimo o bajo rendimiento durante el día.
Señales de alerta
Cuando un niño no duerme bien, los efectos se notan durante el día. Según Fernández (2018), las consecuencias más comunes son:
“Irritabilidad, somnolencia, cansancio, dolor de cabeza, falta de atención que afecta el aprendizaje, accidentes como caídas y, en algunos casos, hiperactividad.”
Estas señales no deben tomarse a la ligera, pues pueden impactar en su crecimiento, conducta y desempeño escolar.
Cuánto deben dormir los niños
De acuerdo con la Academia Estadounidense de Medicina del Sueño (AASM), las horas recomendadas son:
● De 1 a 2 años: entre 11 y 14 horas diarias (incluyendo siestas).
● De 3 a 5 años: entre 10 y 13 horas diarias (incluyendo siestas).
Tipos de trastornos del sueño
Reconocerlos ayuda a saber cuándo buscar ayuda profesional:
Insomnio infantil. Dificultad para dormirse o mantenerse dormido, con cansancio durante el día. En la mayoría de los casos, se debe a malos hábitos o rutinas inadecuadas. Se considera insomnio cuando ocurre tres o más noches por semana durante al menos tres meses.
Parasomnias. Conductas anormales como hablar, gritar o caminar dormido. Suele relacionarse con la inmadurez del sistema nervioso o con predisposición genética, y tiende a desaparecer con la edad.
Hipersomnia. Somnolencia excesiva durante el día en situaciones inusuales. Se sospecha cuando las siestas son muy prolongadas o recurrentes, el sueño no es reparador a pesar de dormir lo suficiente, o hay dificultad para mantenerse despierto.
Trastornos del movimiento durante el sueño. Movimientos periódicos de las extremidades (head banging, head rolling, body rocking o body rolling) frecuentes en los primeros años, que suelen desaparecer antes de los 4 años. Se presentan en la transición entre la vigilia y el sueño y están relacionados con la maduración del sistema nervioso.
Apnea del sueño. Pausas en la respiración durante el sueño por obstrucción parcial o completa de las vías respiratorias superiores (por ejemplo, amígdalas o adenoides grandes). Interrumpe la ventilación normal y puede causar ronquidos, respiración agitada, sudoración excesiva o enuresis (mojar la cama).
Narcolepsia. Trastorno neurológico que provoca somnolencia extrema durante el día y episodios repentinos de sueño. Puede acompañarse de cataplejía (pérdida del tono muscular), alucinaciones o parálisis del sueño.
Pesadillas. Sueños angustiantes que ocurren tarde en la noche y se recuerdan al despertar. Suelen aparecer en momentos de estrés o cambios de rutina. Terrores nocturnos. Episodios de miedo intenso y agitación en sueño profundo, normalmente al inicio de la noche. El niño no despierta ni recuerda lo ocurrido, por lo que no se recomienda intentar despertarlo. Lo mejor es mantenerlo seguro y retirar objetos peligrosos alrededor.
Qué es la higiene del sueño
La higiene del sueño es el conjunto de hábitos y actividades que facilitan conciliar y mantener un descanso reparador. Dormir bien requiere tanto de preparación biológica como de rutinas aprendidas.
Acciones simples como bañarse, leer un cuento o apagar las pantallas antes de dormir funcionan como rituales que le indican al cuerpo que es momento de descansar. Sin estos rituales, al niño le cuesta más relajarse y conciliar el sueño.
Consejos para mejorar el descanso
(American Academy of Pediatrics)
● Mantener rutinas diarias: horarios fijos para despertarse, comer, jugar, hacer la siesta y dormir.
● Establecer un ritual antes de dormir: un baño, leer un cuento o cantar una canción.
● Crear un ambiente tranquilo y agradable: habitación con poca luz (cálida, no blanca o azul) y temperatura cómoda.
● Limitar pantallas: evitar televisión, tabletas o videojuegos antes de dormir, ya que la luz activa el cerebro.
● Promover actividad física y juego al aire libre durante el día.
Con estos hábitos, el niño aprende a reconocer cuándo es hora de dormir, descansa mejor, se siente más alerta, mejora su memoria, su estado de ánimo y su comportamiento.
Además, se reduce la probabilidad de que desarrolle irritabilidad o dificultades de concentración.
En Resumen
Los trastornos del sueño en la infancia son más comunes de lo que parecen y pueden afectar el bienestar emocional, el aprendizaje y las relaciones familiares. La mayoría se pueden prevenir o mejorar con buenos hábitos, rutinas constantes y un entorno tranquilo.
Y si los problemas persisten, siempre es recomendable consultar con un especialista en sueño infantil o con el pediatra de confianza.
Alexa Michell Pérez González
Campogrande Preschool